En los comienzos del siglo XX, con la llegada de estudiantes estadounidenses a la región, la arquitectura cubana comenzó a dar un giro en sus formas y dejó, lentamente, la influencia española para dar lugar al avance de las técnicas de Estados Unidos.
La creación del Capitolio en 1929 impulsó la construcción de este hotel que renovaría la calle Prado, el cual ya estaba en la cabeza del comerciante Gregorio Palacios, quien soñaba con hacerlo realidad desde 1880, como un complejo de almacenes y viviendas.
En cuanto a la construcción, el edificio combina arquitectura de orden dórico, jónico y corintio y las rejas fueron fundidas por un reconocido artesano inglés. Su carpintería francesa, lucetas y escaleras de mármol hacen de Saratoga una opción irresistible para propios y ajenos.
Desde 1935, las reseñas turísticas lo describían como uno de los hoteles más importantes de La Habana, con su principal atractivo en la terraza, lugar elegido para conciertos de música que nadie quería perderse.
Saratoga se convirtió en un lugar de encuentro para altos funcionarios de gobierno. De hecho, historiadores afirman que cerca del hotel se libraron importantes batallas por la independencia de Estados Unidos.
Aunque durante la década del ‘60 fue intervenido por el gobierno revolucionario y que luego de varias disputas padeció cierto deterioro, casi 100 años después, conserva la misma esencia y estructura.