Cuando se preparaban para ir a los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984, en el equipo había un solo boxeador que le hablaba, ayudaba, no se burlaba de la tartamudez de Mike Tyson, ni tampoco le dijo algo respecto de la condición de trabajadora sexual de su madre y del consumo de drogas de su padre: fue su compañero Evander Holyfield.