Corría el año 2004 y un anónimo envió un e-mail a la Asociación del Fútbol Argentino en el que sugería seguir de cerca a un juvenil rosarino que la estaba rompiendo en las inferiores del Barcelona. A la semana, misteriosamente, llegó un video con jugadas para mostrarlo en acción: la filmación pasó de José Pekerman a Hugo Tocalli; no quedaban dudas de que ese pibe, llamado Lionel Messi, tenía una habilidad distinta.