Bajo el lema «Cristo quiere la paz», el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, presidió la procesión desde la esquina de Bernardo de Irigoyen y Avenida de Mayo hasta la Catedral metropolitana.
Familias, jóvenes y adultos mayores participaron de la procesión que comenzó pasadas las 20 y que fue encabezada por una cruz ceremonial y una imagen de Cristo coronado de espinas y cargando su cruz.
Las imágenes religiosas fueron acompañadas por cadetes de la Policía Federal con sus uniformes de gala, mientras que numerosos turistas y curiosos se acercaban a registrar la práctica religiosa con sus teléfonos.
Poli aseguró que «lo peor» que les puede pasar a los porteños «es que el cemento» en el que viven les «gane el corazón y levante el muro de la insolidaridad, el individualismo y el sálvese quien pueda».
«Lo peor que nos puede pasar a los porteños es que el cemento en el que vivimos nos gane el corazón y levante el muro de la insolidaridad, del egoísmo, el individualismo y el sálvese quien pueda, La esperanza cristiana no nos permite que nuestro corazón de carne se convierte en un corazón de piedra», dijo Poli en su alocución al oficiar la Misa en la Catedral Metropolitana luego de la tradicional procesión.
Añadió, además, que «la Cruz es el amor crucificado, es signo de vida y salvación, la Cruz enciende la llama de la esperanza en los momentos más oscuros de la vida. El Vía Crucis nos invita a entrar en la escuela de la Cruz y en la mansedumbre de quien la abrazó por nosotros. Dios hizo recaer sobre su hijo las inequidades de todos nosotros»
La manifestación de fe llevó en andas una cruz penitencial de 15 metros de largo que pesa 130 kilos y fue presidida por el Cristo del Buen Amor y la imagen de la Virgen Dolorosa, que se venera en la Catedral desde 1870. Junto a la cruz penitencial se sumó otra cruz de iguales características con 140 luces, y la cruz penitencial para los niños.
La procesión fue guiada por la cruz que portaba el obispo auxiliar de Buenos Aires, José María Baliña, y se detuvo en cada uno de los catorce puntos que la organización previó sobre la Avenida de Mayo para rezar cada una de las estaciones del Vía Crucis.
El Vía Crucis es una de las devociones o prácticas de oración más extendidas entre los católicos, se realiza el Viernes Santo y los viernes de la Cuaresma y refiere los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección.
También conocido como «estaciones de la cruz» y «vía dolorosa», se trata de un acto de piedad, un camino de oración, basado en la meditación de la pasión y muerte de Jesucristo, en su camino al Calvario.
El camino se representa con una serie de catorce imágenes de la Pasión, denominadas estaciones, correspondientes a incidentes particulares que, según la tradición católica, Jesús sufrió por la salvación de la humanidad basados en los relatos evangélicos y la tradición.