Ambos candidatos son los que quedaron en pie tras la elección regular del 29 de mayo, que significó un duro golpe la clase política tradicional del país sudamericano. Tanto Petro como Hernández se definen como antisistema y se disputan la carrera por la Casa de Nariño en un momento histórico para el país. Hasta que pudieron ser difundidas, las encuestas dieron un empate técnico.
Petro y Hernández se han posicionado con el discurso de promesas de cambio, de antiestablishment y de respuesta al hartazgo de la tradición política en un país de gobiernos conservadores y del uribismo, la corriente más influyente hasta antes de estos comicios. Ninguno comulga con los partidos tradicionales, pero estos buscan adherirse tras su caída en primera vuelta.
Gustavo Francisco Petro Urrego es un economista y senador de 62 años dedicado al activismo y a ser político durante los últimos 30 años. Es líder de Pacto Histórico, una coalición de partidos de izquierda e indígenas. Nació en el municipio Ciénaga de Oro, en el departamento de Córdoba, en el norte del país y ha sido electo tres veces a la Cámara de Representantes, senador en dos periodos, alcalde de Bogotá, cargo del que fue destituido -la Corte IDH emitió un fallo en contra del Estado colombiano por haber destituido y obstruido su alcaldía- y tres veces candidato a la presidencia de Colombia (2010, 2018 y 2022).
Para definir a Petro -y entender en parte el ascenso de Rodolfo Hernández además del voto en contra del otro- hay que hablar del temor patológico a la izquierda, «a esa ideología que suena a guerrilla y que, aunque se ha moderado en la semblanza de la socialdemocracia europea en esta candidatura de confluencia de fuerzas de Petro, sigue provocando iras, a pesar de que la mayoría quiera cambio”, según un informe de la agencia EFE.
Esa resistencia a Petro viene también de grupos de empresarios que no piensan como él. De hecho, una de sus propuestas es una reforma tributaria en la que haya más impuestos “sobre las 4.000 más grandes fortunas de Colombia”, porque según argumenta el candidato, el sistema impositivo actual tiene “un claro sesgo a favor de las personas excesivamente ricas”.
Rodolfo Hernández Suárez es un ingeniero civil millonario de 77 años que amasó su fortuna -ronda los 100 millones de dólares, según él mismo- en el sector de la construcción y que no cuenta con amplia experiencia en el terreno público y político. Es líder del movimiento político Liga de Gobernantes Anticorrupción, que fundó cuando se lanzó a la Alcaldía de la ciudad de Bucaramanga. Nació en Piedecuesta, un municipio del departamento de Santander, en el noreste del país.
Es propietario de la empresa Constructora HG, basada en la construcción de viviendas, y su única experiencia política ha sido como concejal en Piedecuesta y como alcalde de Bucaramanga (2016-2019), la capital santandereana. En 2018 la Procuraduría General de la Nación lo suspendió de su cargo por tres meses debido a la agresión al concejal de esa ciudad, Jhon Claro. Luego vino una segunda suspensión provisional por una investigación disciplinaria por presunta participación en política siendo alcalde en 2019 y finalmente, renunció al cargo.
Con un discurso populista y demagogo, los medios locales lo llaman el “Trump colombiano”. Ha crecido por sus promesas de lucha contra la corrupción, su principal bandera política, y por representar el hastío que esto produce entre la sociedad. Uno de sus eslóganes fue “no robar, no mentir, no traicionar y cero impunidad”, que repite cada vez que tiene oportunidad y en sus discursos viscerales describe al Congreso como “un nido de ratas”. Habla de “políticos ladrones hijueputas” y promete “no robar ni un peso”.